jueves, 10 de diciembre de 2020

El Capitán Trueno: un héroe de nuestra infancia.

  

 Larga vida para el Capitán Trueno, Crispín y Goliath. Y para Sigrid de Thule, Gundar el Vikingo (que en cierta ocasión lanzó sus perros contra  nuestros amigos, en una lamentable confusión)  y su esposa Zaida, al principio malvada y luego reconducida a la senda de la virtud. Y para el puma Garritas y el mono Ju-jú. Y para el mago Morgano y su hija Grune, que terminó desposándose con un militar chino, de gran nobleza, mucho antes de la actual globalización. Y para Ricardo Corazón de León y Saladino (precursores de la actual Alianza de  Civilizaciones) y el malencarado y traidor  Capitán Cimitarra,  lugarteniente del caudillo árabe, a quien el Capitán Trueno devolvió bien por mal, en un ejemplo de su proverbial altura moral. Y para el malvado y obeso Conde Kraffa, que se comenzó tropezando con nuestros héroes en una dramática aventura en Palestina, de la que salió malparado, para reaparecer más tarde, bajo la siniestra identidad de "El Pulpo",  con una tremenda sed de venganza. Y para  Krisna y el  "Amo", que intentaron secuestrar a Sigrid. (Y por poco lo consiguen). Y para  Gengis Kan, el  Doctor Mágico,  Cunegunda de Escandia,  Kiribinauac,  Tochiro y para otros que no nombro.
 Llenaron nuestra infancia de sueños y nos hicieron idealizar una Edad Media mítica plagada de aventuras, castillos con fosos, globos aerostáticos anacrónicos y fabulosos, emboscadas, traiciones, lealtades, armaduras, bajeles y tormentas, justas, doncellas, menesterosos...
 La serie de aventuras  del Capitán Trueno arrancó en el año 1956. Es importante consignar este dato para ponernos en situación y comprender muchos guiños, estereotipos y visiones ideologizadas que requieren una referencia a su contexto histórico para poderlas observar con los ojos de ahora, del año 2016. Así pues, no podemos olvidar que estamos en la España de los cincuenta, con todas las connotaciones que acarrea este dato: dictadura franquista, nacional-catolicismo, etc.   Aún así hay que valorar el intento de Víctor Mora por sustraerse a todos estos imponderables y realizar una obra de calidad, en que se respira el espíritu de la aventura como en las mejores novelas y largometrajes que cultivaron ese género.
 Cuando uno observa los primeros tebeos de esta serie durante los primeros años de su edición, lamenta el mal uso posterior que hizo Bruguera de ese  material tan valioso. Con los mimbres de que disponía teniendo al gran Ambrós como ilustrador y a Víctor Mora como guionista, la editorial barcelonesa podría haber optado por la realización de una obra de calidad, de referencia absoluta en el llamado mundo del cómic. Habría sido a la larga mucho más rentable que esa sobreexplotación del boom que había supuesto el lanzamiento de estos tebeos. Estoy pensando ahora en el belga Hergé y su personaje de Tintín, o los populares Astérix y Obélix de Uderzo y Goscini.  En estos casos sí hay una clara intención de realizar un trabajo bien acabado, con vocación de excelencia, y se ve una predisposición nítida a que la explotación económica del producto no fuera en menoscabo de su calidad. Es una obra mucho menos extensa que la del héroe español, pero ¿alguien piensa a estas alturas que eso mermara la rentabilidad económica del producto editorial de los belgas y los franceses? Bruguera exprimió el "limón" de tal manera que con el tiempo, con multitud de dibujantes que se iban sucediendo  impelidos a producir de manera estajanovista, en labores casi de corta y pega, la calidad de la obra se desplomó de forma lamentable, hasta hacerse casi irreconocible.  En fin...
 Pero bueno, ninguno de estos reparos puede a estas alturas restar interés y grandeza a esta cumbre de la literatura gráfica juvenil española.

  (Texto: © 2018 Mariano López -Acosta)

domingo, 6 de diciembre de 2020

El Concierto de Brandenburgo nº 5. Johann Sebastian Bach

 Nada mejor para desasirse de los plúmbeos brazos de Morfeo en las mañanas del sábado como la ingesta de un café bien cargado y caliente, a ser posible tras moler el grano en un arcaico molinillo, y la audición de este concierto n°5 de Brandenburgo del genio de Eisenach. Rompiendo moldes y preceptivas, el bueno de Johan Sebastian saca en esta pieza lentamente del ostracismo del bajo continuo al clave y lo pone a dirimir frases musicales con los teóricos protagonistas del concierto, la flauta y el violín. Llega un momento en que el teclado se hace dueño absoluto de la situación lanzándose a una tormenta de notas en un monólogo obsesivo de intensidad creciente hasta que estalla y vuelve a dar paso a la masa orquestal que retorna con una entrada yo diría que orgásmica. Bach deja temblando, como decíamos, la preceptiva musical de esta forma concertante. El café cargado se recomienda acompañarlo de tostadas de pan candeal con aceite virgen extra de compresión en frío. El zumo de naranja es opcional.

(Mariano López- Acosta)

sábado, 5 de diciembre de 2020

Jesús Rafael Soto: arte óptico cinético y canciones con Paco Ibáñez

[“Soto, venezolano de origen, ha trabajado durante muchos años en París, relacionándose con los principales artistas del movimiento cinético. Muy interesado por la música dodecafónica, inició sus pinturas abstracto geométricas, llevando a cabo combinaciones cromáticas, influido por la escala de doce notas. Poco después, a mediados de los años cincuenta se introducirá de pleno en la investigación del arte óptico cinético, realizando pinturas y piezas de carácter tridimensional. Inventó los “penetrables”, estructuras colgantes hechas con hilos de nylon que permitían pasar entre ellas y obtener sensaciones táctiles y auditivas, además de espaciales, muy curiosas. “Extensión amarilla y blanca” es una instalación creada a base de varillas metálicas pintadas que, dependiendo de la perspectiva que adopte el espectador, adquiere un aspecto u otro. Cuando se observa desde arriba, el color blanco de la parte inferior de las varillas se pierde y sólo se ve un campo intensamente amarillo que proporciona una agradable sensación de calidez.”]

 (“Arte español e hispanoamericano del siglo XX”. LOURDES CIRLOT)  

 Extensión amarilla y blanca. 1979. Jesús Rafael Soto (1923- 2005)
Instalación de varillas de metal pintado y madera (50 x 30 x 900 cm).
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid

"Paco Ibáñez fue uno de sus mejores amigos, si no el mejor", declaró su hijo Cristóbal Soto en la presentación de una muestra de su obra en el Museo Guggenheim de Bilbao en octubre de 2019. Y es así. El artista venezolano y Paco forjaron una gran amistad en el París de los 50, lo que les llevó a cantar juntos y a formar con la cantante Carmela un trío llamado Los Yares.
 

jueves, 3 de diciembre de 2020

"El matrimonio Arnolfini" de Jan van Eyck : claves a descifrar



Un interesante y revelador análisis sobre esta obra maestra aparecido en  
Los secretos de las obras de arte de Rose-Marie & Rainer Hagen publicado por Editorial Taschen): 

["Una pareja vestida de manera aristocrática y lujosa en una estrecha habitación burguesa, en la que hay chanclas y zuecos dispersos aquí y allá. La cola, artísticamente doblada, reposa sobre el suelo de madera y no sobre relucientes baldosas de mármol de un palacio. Muchas cosas en este cuadro resultan contradictorias, parecen misteriosas. Se pintó en 1434 en Brujas, el enclave comercial más importante del norte de Europa. De Rusia y Escandinavia llegaban la madera y las pieles; de Génova y Venecia, la seda las alfombras y las especias; de España y Portugal, los limones, los higos y las naranjas. Brujas era un núcleo urbano rico, "la ciudad más famosa del mundo por las mercancías con las que comerciaba y por los mercaderes que en ella vivían". Así al menos la describe Felipe el Bueno, duque de Borgoña de 1419 a 1467. Era la ciudad portuaria de su propio reino, Borgoña, que se extendía desde el mar del Norte hasta la frontera suiza y que fue durante siglos el país más poderoso de Europa. Sus duques poseían muchas residencias, una de ellas en Brujas. Amaban el lujo y, como Felipe el Bueno, sabían que el poder de Borgoña se basaba en la laboriosidad de sus ciudadanos, sobre todo en el comercio y en la industria textil de las ciudades flamencas; por ese motivo, las hacía partícipes y favorecía el bienestar de sus habitantes. El matrimonio del cuadro de Van Eyck es exponente de la riqueza de Brujas. Los ropajes sobre todo evidencian que se trata de una pareja adinerada. El vestido de la mujer está adornado con armiño y la cuidada colocación de los pliegues visibles remite a la ayuda de una camarera. Por otra parte, para que la señora pudiera andar alguien tenía que sujetarle la cola, y moverse con un vestido semejante requería un cierto entrenamiento que sólo podía proporcionarse en círculos aristocráticos. El hombre lleva una valiosa capa de terciopelo, orlada o incluso forrada de nutria o de marta. La capa, al dejar los pies en libertad y estar abierta por los lados, permitía el movimiento, la actividad. Que este hombre no forma parte de la aristocracia lo demuestran los zuecos de madera colocados delante de él, ya que están reforzados para no ensuciarse al caminar por la calle. Los grandes señores no necesitaban zuecos. Iban a caballo o se hacían llevar en sillas de manos. Van Eyck no dejó constancia del nombre del retratado ni en el cuadro ni en ningún documento. Apareció por primera vez en un inventario, 100 años después de haberse pintado: "Una tabla grande. Hernoult le Fin con su mujer en una habitación". Hernoult le Fin era la versión francesa del apellido italiano Arnolfini. Los Arnolfini pertenecían a una familia de comerciantes y banqueros de Lucca, que tenían por entonces delegación en Brujas. Este hombre de negocios extranjero vivía, por tanto, en Brujas envuelto en un lujo aristocrático; poseía alfombras orientales, una araña y un espejo; al menos la parte superior de la ventana estaba acristalada y tampoco faltaban en casa las costosas naranjas. Pero su habitación era estrecha como las de los burgueses y dominada por la cama, como en todas las estancias privadas. Durante el día se recogían las cortinas y se sujetaban en la parte superior. Era normal sentarse en el borde de la cama y también recibir a las visitas tumbado sobre el lecho. Por la noche se corrían las cortinas y surgía así un cuarto nuevo, una habitación dentro de la habitación. En las ciudades-Estado italianas se permitía a los burgueses habitar en palacios siempre que pudieran costeárselo; en la Borgoña de la época de Van eyck no era corriente. Solo uno debió de hacerlo en Brujas: un italiano paisano de los Arnolfini, el representante del poderoso banco florentino de los Médicis."

La "bruja" abre nuevas perspectivas 
"De la pared del fondo de la habitación cuelga un espejo, situado en el eje central del cuadro. El marco está adornado con 10 medallones que representan las estaciones del vía crucis. Un espejo de cristal en un hogar burgués era algo infrecuente en la época de Van Eyck; normalmente se usaba, en la medida de los posible, metal pulido. Los espejos de cristal solo se encontraban en las posesiones de los monarcas y se consideraban un objeto precioso puesto que su fabricación no siempre resultaba fácil: la luna de cristal se resquebrajaba al entrar en contacto con el metal líquido ardiente. Más adelante se inventó una mezcla de mercurio que se aplicaba en frío. Pero los vidrieros de los Habsburgo habían probado con éxito una solución intermedia: vertían una mezcla de metales no tan caliente en una bola de cristal y obtenían así un espejo convexo como el que cuelga en casa de los Arnolfini.  Estos espejos curvos eran más asequibles que los planos. En Francia los llamaban "brujas"porque aumentaban el ángulo de visión de una manera misteriosa.: en este cuadro, el observador puede ver las vigas del techo de la habitación y descubrir una segunda ventana; por así decirlo, observa por detrás de sí mismo otra habitación y allí donde está él descubre en el espejo dos figurasque entran en la estancia. Doscientos años más tarde, Velázquez repitió el efecto en Las meninas con un espejo plano. Este pintor era el conservador de las colecciones reales de la corte española, en las que probablemente figuraba el cuadro de Van Eyck."

Una ceremonia en privado 
"La mujer pone delicadamente la mano derecha sobre la mano izquierda del varón. Este roce parece festivo y el pintor lo ha situado casi en el centro del cuadro, dándole así un significado especial. De hecho, los dos protagonistas parecen festejar algo en su entorno cotidiano, ya que la cola de la mujer está cuidadosamente colocada y el hombre levanta la mano derecha para hacer un juramento. En la época de Van Eyck, darse las manos y hacer un juramento eran indicios claros de boda. En el siglo XV  no se necesitaba  ni sacerdote ni testigos para formar un matrimonio cristiano y civil; el acto se podía realizar en cualquier parte, incluso en una estancia privada, como en este caso. No eran los sacerdotes los que impartían el sacramento del matrimonio, sino los propios esposos. En todo caso, los recién casados iban a misa juntos a la mañana siguiente, acto con el que daban a conocer públicamente el enlace, pero que no era obligatorio.  Hasta el concilio de Trento, que tuvo lugar unos 100 años más tarde, la Iglesia no impuso la presencia de un sacerdote y dos testigos en los esponsales. Y lo hizo no por razones religiosas, sino para dificultar el mal uso y el engaño. Pero incluso entonces, la ceremonia no tenía lugar ante el altar sino como mucho delante de la puerta de una iglesia.  La presencia de testigos  no era obligatoria en el enlace matrimonial, pero son ellos los que se  reconocen claramente en el espejo, porque se necesitaban para otra formalidad frecuente entre los cónyuges con fortuna, como los de este cuadro: la acreditación del contrato matrimonial escrito, que reglamentaba las condiciones económicas y tenía que ser firmado por dos testigos.  Es posible que el contrato financiero fuera especialmente importante en el caso aquí representado, ya que es evidente que se trata de un enlace "de la mano izquierda". El hombre toma la mano de su mujer con la suya izquierda y no con su derecha, tal como era costumbre. Este tipo de matrimonio estaba reservado a los esposos que procedían de distinta clase social y se siguió practicando ocasionalmente en las casas reales hasta el siglo XIX. Para ser exactos, siempre era la mujer la que procedía de una clase social inferior, y debía renunciar a todos los derechos de herencia para ella y sus hijos. En caso de que no hubiera descendencia, tenía asegurada una pensión de viudedad. Esta pensión, o mejor dicho el certificado correspondiente, se entregaba a la mañana siguiente; era la morgengabe ("regalo matinal"), una palabra germánica de la que ha derivado la designación de estos enlaces como matrimonios morganáticos.  La novia del cuadro no lleva un vestido blanco, pues esta costumbre no se introdujo hasta la segunda mitad del siglo XIX, sino que se casa con un suntuoso ropaje festivo. El vientre abultado no alude necesariamente a un posible embarazo, sino que representa más bien el ideal de belleza del Gótico tardío, al que también corresponden los pechos pequeños sujetos muy arriba. También la gran cantidad de tela usada en la confección del vestido estaba de moda: era el estilo representativo propio del reino borgoñón, aunque no solo de este. Las mujeres ataviadas con tejidos tan abundantes y casi siempre con grandes tocados fueron comparadas por sus coetáneos con barcos con las velas desplegadas. Un francés malicioso señaló incluso que no se podía distinguir a las "vacías" de las embarazadas.  La mujer del cuadro de Van Eyck era probablemente muy joven. El monstruo tallado que se ve por encima de su mano forma parte de un banco situado junto a la pared del fondo, y recuerda a los seres fabulosos de las gárgolas de las catedrales. Al igual que el aspecto de la novia, son características de la época del Gótico."]

(Los secretos de las obras de arte. Rose-Marie & Rainer Hagen. Editorial Taschen)


 

Javier Marías. "Así empieza lo malo".

 Mi humilde homenaje a Javier Marías consiste en este comentario sobre la última obra suya que leí, Así empieza lo malo . Intentaré esquemat...